Poesías inolvidables |
Para ti... |
(Rimas
íntimas).
México,
1909.
Pasaban los años monótonos, grises,
con esa tristeza que agota los nervios,
con esa tristeza que apaga la sangre,
con esa tristeza que llega a los huesos
y hace que el espíritu ceda y se derrumbe
como una basílica falta de cimientos…
Hasta
que surgiste,
luz de aurora rasgando el misterio,
y
ví en tus pupilas
que en el vaso ideal de tu cuerpo
(ánfora de vida fecunda y ardiente)
guardabas la esencia sutil de los sueños
que
doraron mis años de mozo
y en el alma dejáronme el sello,
vago y tenue, de un soplo de dicha
que
viene de lejos…
La
que ví no sé cuando ni dónde
(en los mundos que forja el anhelo)
eras tú, ¡la que enciende mi sangre!
eras tú, ¡por quien vibran mis nervios!;
eras tú, ¡la que fiebre de amores
infunde
en mis huesos;
y hace que el espíritu que se derrumbaba
se
yerga de nuevo
y por las regiones de la fantasía
despliegue las alas y remonte el vuelo…
Nota: Estos versos los dedicó Gonzalo de Murga y Suinaga a Elena Mateos Vega. |