Poesías inolvidables |
Mi abuelo |
Mi abuelo dejó su patria
hace tres cuartos de siglo,
sangre gitana en las venas
le hizo ser aventurero.
La madre allá en la Coruña
lo esperó a cenar ansiosa,
mi abuelo ya en altamar sueña
que la vida goza.
Con dieciocho años a cuestas
y mil proyectos pensados,
llegó a México el gallego
a hacer trabajos pesados.
Trabajó de noche y día
sin importar los desvelos,
quiso mostrarse a sí mismo
que podía llegar muy lejos.
Un día conoció a mi abuela,
bella indígena mexica
y el conquistador hispano
se rindió al encanto azteca.
Creó su pequeño imperio
gracias a sus empeños,
mi madre fue su simiente
¡la cumbre de sus ensueños!
Yo heredé sus castañuelas
y su pasión de gitano,
las lecturas de Cervantes
y su amor por lo flamenco.
Lo llamaban “¡gachupín!”
por ser de tierras extrañas,
pues miraban con recelo
sus triunfos y sus hazañas.
“El gachupín”, le decían,
con un dejo de desprecio,
recordando al español
que conquistó a cualquier precio.
El encuentro de culturas
fue un destino inevitable,
la crueldad de la conquista
un error irreparable.
Pero mi abuelo era ajeno
a las luchas de otros tiempos,
él fue un trabajador honrado,
amó México y a sus hijos.
Siempre añorando su España,
siempre amando nuestro México,
con sus “eses” como “zetas”
emigró a la eternidad.
El cielo de la Coruña
fue su cobijo al nacer,
mas la tierra de mi México
le dio abrigo al perecer.
El inmigrante de siempre,
de toda nación y raza,
sufre discriminaciones
en el país que tropieza.
Pero a través de los años
aprende a amar esa tierra,
tierra que le brinda paz
y cobija sus ensueños.
Y parte su corazón
entre la patria en que nace
y la que le da sustento
cuando su vida rehace.
No tiene ningún sentido
discriminar por ajeno
a aquél que busca la vida,
de su madre patria lejos.
Si al terminar nuestra vida
con sorpresa descubrimos:
¡Todos somos inmigrantes
cuando a este mundo venimos!
Dolores
Etelvina Quintanilla Nava
(Mi abuelo: Memorial a mi tierra querida) |